La nave espacial de la misión Doble Prueba de Redirección de Asteroides, lanzada el 24 de noviembre, podría ser la primera vez que se altera la trayectoria de un asteroide, una técnica que podría usarse para defender al planeta en el futuro.

Corría el año de 2017 y los astrónomos proyectaban que un asteroide del tamaño de un crucero iba a estrellarse contra Japón en algún momento de la siguiente década.

Científicos y funcionarios gubernamentales de la NASA y otras agencias espaciales, reunidos en un congreso anual de defensa planetaria en Tokio, idearon un plan a toda prisa para golpear el asteroide y desviarlo de su ruta hacia la Tierra. El destino de la isla dependía de una flotilla de naves espaciales robóticas que se iba a lanzar en los próximos años.

En 2020, las agencias espaciales del mundo se juntaron para lanzar cuatro naves hacia la amenazante roca espacial. Las naves, conocidas como impactadores kinéticos, dieron en sus blancos de frente. Japón se libró de un esfuerzo hercúleo de evacuación, sus ciudades y vecindarios se salvaron de la aniquilación.

Nada de esto pasó en realidad. Fue una simulación, el tipo de ejercicio de juego de rol que realizan los funcionarios con regularidad. Y desviar de su camino a un objeto proveniente del espacio sideral que tiene una cita mortal con la Tierra se ha vuelto una solución preferida en estos simulacros para proteger el planeta. No obstante, nadie sabe si la técnica funcionará de verdad. En la historia de la humanidad, nuestra especie nunca ha intentado impactar a un asteroide para alejarlo de nuestro mundo.

Eso está a punto de cambiar. El 24 de noviembre a la 1:21 a. m., hora del Este, la NASA lanzó la misión Doble Prueba de Redirección de Asteroides (DART, por su sigla en inglés) desde una base de la Fuerza Espacial de Estados Unidos en California. Una nave espacial del tamaño de un refrigerador de 540 kilogramos hará un viaje alrededor del Sol para chocar a 24.000 kilómetros por hora con un pequeño asteroide llamado Dimorphos. Si la misión tiene éxito, podría demostrar por primera vez la capacidad de la humanidad para golpear un asteroide que podría ser peligroso con el fin de alejarlo de la Tierra.

“Estamos haciendo este trabajo y pusimos a prueba la capacidad de la DART antes de necesitarla”, dijo Lindley Johnson, director de defensa planetaria de la NASA. “No queremos lanzar algo que no haya sido probado cuando intentemos salvar a la población que vive sobre la superficie de la Tierra”.


La misión DART de 324 millones de dólares es inusual para la NASA, una agencia civil cuyo objetivo principal es la exploración, el monitoreo del clima y la caza de señales de vida pasada en nuestro sistema solar. Aunque para algunas actividades se coordina con el Departamento de Defensa de Estados Unidos y depende de él, la NASA no ha sido tradicionalmente la responsable de liderar esfuerzos para proteger a Estados Unidos —ni la Tierra— de alguna amenaza de seguridad.

Eso cambió en 2005, cuando el Congreso instruyó a la agencia para que proteja el planeta de objetos peligrosos que orbiten el Sol y tengan el mal hábito de cruzar de vez en cuando su camino con nuestro mundo. Esto incluye el rastreo de miles de asteroides clasificados como “cercanos a la Tierra” que cuenten con el tamaño necesario para provocar un daño catastrófico. Los legisladores le asignaron a la NASA la tarea de catalogar el 90 por ciento de la cantidad total de esas rocas espaciales, pero la agencia no ha logrado ese objetivo.

“Hay que encontrarlos antes de atacarlos y hay que encontrarlos pronto”, comentó Kelly Fast, quien dirige el programa de Observaciones de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA, la iniciativa de la agencia para vigilar todos los asteroides cercanos que sean más grandes que un estadio de fútbol americano. “Lo mejor es encontrar estas cosas con años o décadas de anticipación”.

Luego, en 2016, la NASA creó la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria después de que el informe de un organismo de control instó a la agencia a organizar mejor sus esfuerzos para rastrear asteroides. Esa oficina, dirigida por Johnson, tiene la tarea de advertir al Departamento de Defensa y a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de todos los asteroides amenazantes, una de las pocas responsabilidades de la NASA para que haya una respuesta nacional frente a una gran amenaza de desastre.

La misión DART muestra cómo la agencia está aceptando esta responsabilidad. La NASA ha estudiado de cerca las rocas espaciales durante décadas. Ha puesto robots en la superficie de Marte, ha tomado muestras de un asteroide grande llamado Bennu (el cual podría amenazar a la Tierra en el siglo XXII) e incluso estrelló a propósito una nave espacial en un cometa y en la Luna, todo por el bien de la ciencia. Sin embargo, golpear a un asteroide con la fuerza suficiente como para alterar su órbita en el espacio presenta nuevos retos para los ingenieros y científicos de la agencia.

La sonda espacial DART visitará el Dimorphos y otro asteroide, Didymos, en septiembre u octubre de 2022. Los dos asteroides, llamados como un sistema binario, orbitan el Sol cada dos años a lo largo de una ruta con forma de huevo que se expande cerca de Marte y rodea de cerca la Tierra. Dimorphos es el más pequeño de los dos, orbita a Didymos como una luna a una distancia de más o menos 1,5 kilómetros y completa una vuelta a la roca más grande cada 11 horas y 55 minutos.

Dimorphos, similar en tamaño a una de las pirámides de Giza, no es una amenaza para la Tierra. Y cuando la nave espacial DART de la NASA haga contacto, se convertirá en el cuerpo celeste más pequeño que haya visitado una nave espacial. Esa será una misión desafiante.


“Es la primera vez que hemos probado una técnica para mover a propósito un asteroide mediante nuestras capacidades y sistemas”, dijo Brent Barbee, miembro del equipo de la misión DART e ingeniero aeroespacial del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. “Es algo parecido a un gran hito para nuestra especie. Por ejemplo, los dinosaurios no tuvieron una misión DART”.

Debido a que Dimorphos es una roca espacial tan pequeña, la DART necesitará darle al blanco cuando el sistema de asteroides llegue a su punto más cercano a la Tierra a lo largo de su órbita alrededor del Sol, a unos 10.900 kilómetros de distancia. Es una compleja coreografía orbital que involucra un tiempo de lanzamiento preciso desde la Tierra y disparos intermitentes de una decena de propulsores miniatura a bordo de la nave para mejorar la trayectoria de la DART a fin de que choque con Dimorphos.

“Desde el punto de vista de la ingeniería, esto es muy difícil”, dijo Andy Rivkin, el jefe del equipo de investigación de la DART en el Laboratorio de Física Aplicada de Johns Hopkins, el cual está al mando de la misión. La única oportunidad de la DART para impactar a Dimorphos dependerá de un proceso totalmente automatizado que comienza cuatro horas antes del impacto y utiliza un sistema de navegación a bordo llamado SMART Nav.

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