Barbara Mack abrazó a Larry Miller después de que este se disculpara por haber matado a su hermano, Edward David White. Pero si fuera 30 años más joven, le dijo, “habría saltado por encima de la mesa para golpearte”.
FILADELFIA — Barbara Mack vive a una cuadra de la esquina donde un disparo acabó con la vida de su hermano adolescente cuando regresaba a casa después del trabajo, el 30 de septiembre de 1965. Hasan Adams tenía solo ocho meses cuando la bala se llevó a su padre. Azizah Arline estaba a meses de nacer y nunca conoció a su papá. Más de medio siglo después, por fin recibieron una disculpa del hombre que cometió el asesinato y hablaron con él sobre la posibilidad de una indemnización.
En dos encuentros recientes, la familia de Edward David White —quien, desarmado y sin antecedentes penales, fue baleado a los 18 años y abandonado a morir en la calle— se reunió en persona por primera vez con su asesino, quien también era un adolescente en ese momento y ahora es un directivo en Nike.
Ese directivo es Larry Miller, quien se declaró culpable de asesinato en segundo grado como miembro de una pandilla cuando tenía 16 años y dijo que estaba borracho y decidido a matar a la primera persona que viera esa noche. Cumplió cuatro años y medio de prisión por ese delito y cinco años más por una serie de robos a mano armada antes de rehabilitar su vida y construir una carrera próspera y de alto perfil como ejecutivo deportivo y de mercadotecnia.
Miller, ahora de 72 años, quien es presidente de la marca Michael Jordan en Nike y expresidente de los Trail Blazers de Portland, mantuvo oculto su pasado criminal durante décadas, hasta que escribió un libro con su hija, publicado el martes, llamado Jump: My Secret Journey From the Streets to the Boardroom.
El libro pretende mostrar cómo es posible la redención si los funcionarios penitenciarios están comprometidos con algo más que almacenar reclusos. Pero, aunque escribir el libro le permitió a Miller sanar, también reabrió heridas para la familia White.
Miller no nombró a White en el libro, ni informó a la familia que el libro se estaba escribiendo o que se publicaría. En octubre, por casualidad, un familiar leyó un artículo sobre el asesinato y el libro en la revista Sports Illustrated, artículo en el que se mencionaba el nombre de White. Sus familiares expresaron un sentimiento de desconcierto a The New York Times, que contó la historia de White en noviembre.
El 17 de diciembre, Miller se reunió con la hermana, el hijo y la hija de White en una oficina de abogados en el distrito de Center City en Filadelfia. La reunión, propiciada por el artículo del Times, fue descrita como emotiva por los participantes. Mack, de 84 años, contó que le dijo a Miller que lo perdonaba por el asesinato, que “si no lo hacía, Dios no me perdonaría a mí”.
Ella dijo que le leyó a Miller una carta sobre su hermano menor, diciéndole que White tenía una hermana gemela, un hijo pequeño y un bebé en camino. Relató que su hermano trabajaba en un restaurante y asistía a las capacitaciones vocacionales gratuitas del programa Job Corps. Describió que él tenía lo que ella llamaba “estilo”, algo que demostraba con un sombrero de fieltro y un amor por The Temptations.
Contó que Miller no dejaba de disculparse y que, por momentos, las lágrimas brotaban de sus ojos.
Al final de la reunión, según dijo Mack en una entrevista el domingo, Miller le preguntó si podía abrazarla y ella respondió que sí. Pero relató que ella también le dijo: “Si tuviera 30 años menos, habría saltado por encima de la mesa para golpearte”.
Ella no asistió al segundo encuentro.
“Ya no tengo que verlo más”, dijo sobre Miller.
El 17 de enero durante una entrevista, Miller se negó a describir la reunión en detalle y dijo que primero quería dejar que la familia compartiera su punto de vista. Pero mencionó que fue emotiva y que esperaba que la familia de White haya percibido su “arrepentimiento y pena por lo sucedido”.
En cuanto a lo dicho por Mack, sobre atacarlo si ella fuese más joven, Miller dijo: “Fue un comentario apropiado desde mi perspectiva”.
Un segundo encuentro que se concretó hace un par de semanas incluyó conversaciones preliminares sobre el establecimiento de una fundación de becas a nombre de White por parte de Miller, financiada a perpetuidad, que ayude a sus descendientes y quizás a otros a asistir a la universidad o escuela de oficios, según la familia y su abogado, Ronald Marrero.
Esta fundación de becas ofrecería oportunidades a los miembros de la familia y demostraría que White “no murió en vano”, dijo Arline, su hija, y añadió que las palabras de Miller deben ir seguidas de acciones. “Le llamaré la atención cada vez”, dijo, para asegurar “que este legado para mi padre llegue a buen puerto”.
Miller dijo que no se habían concretado los detalles, pero que “creo que hemos acordado que queríamos hacer algo que permitiera que su nombre siguiera vivo y algo que también fuera beneficioso y positivo para otras personas de nuestra comunidad”.
En la reunión de diciembre, Adams, de 56 años, el hijo de White, también le dijo a Miller que lo perdonaba, según relataron miembros de la familia. Adams habló de que el número 21 es importante en la vida de la familia, como la fecha de varios cumpleaños, incluido el suyo y el de su padre, y el número que se usa en las camisetas deportivas in memoriam. Habló sobre la conmoción y el dolor de enterarse hasta hace poco de los detalles del asesinato de su padre y de tener que llorar por primera vez una muerte que ocurrió cuando era un niño pequeño. Describió cómo fue ir por la vida escuchando que parecía el fantasma de su padre.
Arline, de 55 años, también le leyó una carta a Miller, que repitió en una entrevista. “No fue justo”, le dijo, que nunca llegó a conocer a su padre, “verlo sonreír o escuchar su voz”, que “me entregara en mi boda” o verlo recibir a sus nietos. Su madre planeaba casarse con White, narró Arline, pero, en cambio, se quedó con dos hijos pequeños, luchando para salir adelante. Debido a que recién se está enterando de los dolorosos detalles sobre cómo murió su padre, le dijo a Miller: “Es como si lo hubiéramos perdido dos veces en una vida”.
Miller, al señalar que él y White vivían a solo unas cuadras de distancia en el oeste de Filadelfia, dijo: “Para ser honesto, las cosas que compartieron sobre White, ya sabes, cuanto más lo pienso, creo que es alguien que me habría caído bien si hubiera llegado a conocerlo”.
En una entrevista, Arline dijo que como el nombre de su padre no se mencionaba en el libro, “era como si fuera un don nadie”. Y como Miller no informó a la familia de White antes de que se publicaran el libro y el artículo de Sports Illustrated, dijo, “para él fuimos realmente una idea de último momento”.
Miller dijo que siempre había planeado ponerse en contacto con la familia White e incluso había contratado a un investigador privado para que los buscara. “Estaba nervioso por ello, estaba ansioso por ello”, dijo.
Si nada más viene de escribir el libro, Miller dijo que el encuentro con la familia White valió la pena. Calificó el encuentro de “círculo completo”, diciendo que a lo largo de los años había trabajado para perdonarse a sí mismo, y que creía que había hecho un bien a su comunidad y que Dios lo había perdonado. “Y ahora la posibilidad de que la familia de White también me perdone, supongo que completa el círculo para mí”, dijo Miller.
Más allá de su propia búsqueda del perdón, Miller dijo que esperaba que el libro cambiara la visión que la gente tiene de los antiguos encarcelados y que fuera una influencia positiva para las personas que están en la cárcel o que están pensando en cometer un delito.
Arline dijo que estaba trabajando en el proceso de sanación, pero que todavía no había “perdonado al 100 por ciento” a Miller. Pero quiere llegar a ese punto, dijo, porque “no puedo vivir en un espacio de dureza y odio; eso no me hará ningún bien a mí ni a mi espíritu”.
Miller y la familia de White no han hablado mucho sobre si el nombre de Edward David White se incluirá en futuras ediciones del libro, pero Miller dijo que estaba abierto a esa conversación.
Al final, la familia de White expresó que no consideraba a Miller un enemigo ni un amigo, sino un hombre que ha sido perdonado y que tiene que hacer las paces consigo mismo.
“Puedes disculparte una y otra vez, pero tienes que estar tranquilo contigo mismo al final del día”, afirmó Arline. “Él tiene que aprender a vivir con el hecho de que le quitó la vida a un hombre”.